Muchas veces he dicho que viajar es un privilegio. Quienes viajan pueden compartir la experiencia con sus compañeros de viaje, y también hacer nuevas amistades con los habitantes de los lugares visitados. Viajar nos permite también conocer lugares muy populares y, con un poco de suerte, pasear por lugares menos conocidos y descubrir costumbres y tradiciones que la mayoría de viajeros nunca vera o experimentara.
Más o menos unos cuatro meses antes de mi viaje a Cusco, escuché hablar de un evento que tiene lugar en el Día de la Independencia peruana (el 28 de julio) y que me pareció bastante increíble: una corrida de toros con un cóndor amarrado a la espalda del toro. ¿Y eso cómo será? me pregunté.
Leyeron bien: un toro con un cóndor amarrado a su espalda es desafiado por un torero. Cuando me lo contaron por primera vez, al principio me costó entender que se pudiera hacer una corrida de toros de esta manera pero dado que mis suegros son peruanos, el obtener más detalles e información de contexto fue relativamente muy fácil.
El evento principal tiene lugar en Cotabambas, un lejano pueblo del Departamento de Apurímac, Perú. El sentido de esta corrida surge de la tradición y la historia peruanas, de ahí que se celebre en el Día de la Independencia del Perú. En esta corrida, el cóndor –apresado con varios días de antelación en los cerros cercanos– representa la cultura andina/indígena y el toro representa a los conquistadores españoles. Así, la corrida es una metáfora que evoca la antigua lucha entre los indígenas peruanos y sus conquistadores españoles. Durante la corrida, el venerado cóndor, que es uno de los dioses de la trilogía sagrada de la mitología Inca, atormenta al toro al picotearle la espalda y hundir en ella sus garras para mantener el equilibrio, y al mismo tiempo tratar de liberarse. El dolor hace que el toro se enfurezca y no pare de corcovear mientras lo enfrentan varios toreros aficionados (miembros del público) quienes se suman al rodeo. El simbolismo de la corrida es bastante claro, pero es importante notar que durante la corrida no mueren ni el cóndor ni el toro. Este, al igual que los demás toros que participaron en los festejos del día (hay una serie de corridas ’corrientes’ antes y después de la corrida principal) eventualmente se cansa y después de ser librado del cóndor es sacado del ruedo. El cóndor es liberado un rato después, entre música, bailes y tragos, toda vez que un cóndor sano y victorioso es un buen agüero para los aldeanos.
Dada la información histórica y el hecho que podría propiciarnos una oportunidad fotográfica excepcional, organizamos el viaje con la ayuda de unos amigos peruanos que conocían muy bien Cotabambas y tenían muy buenos contactos allí.
Con mi suegro llegamos al paradero del ómnibus para Cotabambas poco antes de las cuatro de la madrugada del 28 de julio. Compramos nuestros pasajes y partimos casi a las cuatro y media. Debo indicar que en el Perú en julio es invierno y para mi sorpresa el ómnibus no tenía calefacción. El viaje de 3 horas fue terriblemente frio dado que la temperatura no era más de 6 grados Celsius (30 F) y no todas las ventanas podían cerrarse por completo. La carretera a Cotabambas estaba más o menos pasable hasta que llegamos a una zona montañosa que teníamos que cruzar. Como pocos turistas llegan hasta Cotabambas, la infraestructura vial es casi inexistente. Bajamos la montaña zigzagueando la estrecha carretera de tierra, luego cruzamos un puente bullicioso de metal y subimos la montaña opuesta, pasando también por un estrecho camino de tierra.
Es importante indicar que si Ud., tiene miedo a las alturas, el viaje no le sería muy placentero que digamos ya que no hay barreras de seguridad, la carretera es demasiada estrecha, los ómnibus son muy anchos y a veces, los choferes de dos o más ómnibus que viajan en dirección opuesta, tienen que hacer unas maniobras increíbles para pasar y continuar su viaje.
Las vistas durante las subidas y bajadas de las montañas son, en cambio, impresionantes y más que recompensan a los viajeros por lo peligroso de la travesía. Además, nuestro chofer fue muy amable al ofrecer parar en un mirador para que pudiéramos apreciar el entorno y sacar unas fotos. Lo que pude ver ahí fue una faz del Perú que la mayoría de los turistas probablemente nunca la han visto ni la verán.
Continuamos nuestra travesía hasta finalmente llegar a Cotabambas, una ciudad ubicada a 3 293 metros sobre el nivel del mar. Después de saludar a nuestros amigos que habían llegado en la víspera, quienes estaban disfrutando de unos platos tradicionales (unas ricas huatias con asado de cordero y tallarines), nos encaminamos al lugar donde la corrida se iba llevar a cabo. La altitud hizo que la caminata sea muy dolorosa debido a la falta de oxígeno y al peso de nuestro equipo fotográfico. Nos olvidamos rápidamente del dolor al pasar varios grupos de gente del lugar que cantaban y bailaban y quienes habían estado festejando sin parar por las últimas 24 horas.
Casi inmediatamente después de llegar a la plaza de la corrida nos instalamos en un lugar bien estratégico y protegido. Mientras esperábamos que la corrida empezara, los grupos de gente que cantaban y festejaban entraron al ruedo y siguieron con la fiesta. ¡Fue una linda celebración que mantuvo la atmósfera festiva, atrayendo a muchos miembros del público que se sumaron al baile!
La “plaza de toros” también resultó muy interesante: De hecho, llamarla “plaza de toros” ya es mucho decir. La corrida tiene lugar en lo que es un espacio cuadrado bordeado de un conjunto de casas. El público esta diseminado por todos los lados: en los balcones de las casas, los techos, las escaleras circundantes, parados tras unas barreras improvisadas o en el palco principal.
El público cruzaba ”la plaza” muy seguido para saludar a sus amigos o en busca de algún refresco, inclusive en medio de las corridas de toro. Era difícil creer esto, toda vez que toros enfurecidos corrían libremente durante toda la tarde. Como se pueden imaginar, algunos de los “toreros” fueron revolcados y casi cogidos por los toros, sin embargo solo provocó risas en el público durante toda la tarde.
La corrida comenzó luego del arribo a caballo del Alcalde, y después de sus palabras al público asistente. Como los toreros profesionales aún no habían llegado, varios miembros del público se metieron en el ruedo a torear los furiosos toros.
No todos los toreros aficionados tuvieron éxito, especialmente el primero, quien fue rápidamente despachado por el primer toro.
A medida que se cansaban los toros, estos salían del ruedo acompañados por otros menos bravos o por iniciativa propia –¡aun cansados, es sorprendente la velocidad con la que los toros encontraban la puerta de salida! A medida que ingresaban nuevos toros al ruedo, los aficionados seguían probando su suerte hasta la llegada del torero profesional.
La llegada del torero profesional y su destreza fueron recibidas con hurras! y aplausos durante toda la tarde.
Aún sin capa, el torero profesional fue muy diestro y divertido.
A medida que los toros entraban y salían del ruedo, el cóndor hizo su entrada al evento. Más o menos después de unas tres horas del comienzo de las corridas, por fin apareció el cóndor y fue paseado en el ruedo antes de ingresar a un patio de una casa cerca del ruedo. Para suerte nuestra, pudimos ingresar a este patio donde el cóndor fue bendecido y preparado para la corrida.
Una vez terminada su preparación, se trajo el cóndor en el ruedo para acercarlo al toro que esperaba.
No es fácil amarrar y “coser” un cóndor a la espalda de un toro, sino que requiere la participación de varios voluntarios, listos y dispuestos a ser pateados, empujados, picoteados arañados ya sea por el furioso toro y/o cóndor.
Por fin llegó el momento esperado, el toro con el cóndor encima fueron soltados al ruedo. Sorprendentemente las docenas de personas que tomaban fotos desde el interior del ruedo no salieron automáticamente. Se quedaron para seguir sacando fotos o para desafiar ellos mismos al toro con el cóndor encima. Supuse que a este punto el riesgo era muy bajo, ya que el toro estaba más preocupado por el cóndor que tenía sobre su espalda y la mucha gente en el ruedo para poder atacar.
La corrida principal duró unos 15 minutos, tras los cuales el cóndor fue soltado ileso. Lamentablemente este no fue el caso de uno de los toreros aficionados, pues fue embestido y gravemente herido por el toro. Su traslado a Cusco para recibir atención médica debe haber sido muy difícil para él. Una vez que el herido fue trasladado en camilla a un lugar seguro, las corridas siguieron hasta después de las siete de la noche.
Terminadas las actividades, nos dirigimos directamente al ómnibus de regreso a Cusco. Como se dijo antes, el viaje a Cotabambas fue espantoso. Pero, el viaje de vuelta fue peor que la ida porque era de noche y el chofer tuvo que conducir por la misma zigzagueante carretera. A lo largo del viaje, siempre que pasábamos otro ómnibus estábamos en la derecha, es decir, del lado del precipicio. Aunque quizás hizo más frío a la vuelta que en la ida; ni el frío, ni los precipicios pudieron arruinar lo que realmente fue un día inolvidable.